Los protectores.

La vida, efectivamente, es una tómbola.
No hay nada más que ver la revista Forbes. Los hay que podrían empapelar la fachada del Escorial con billetes y después estamos los que no podemos ni irnos un fin de semana a la playa.

Porque a mí que no me vendan la moto. ¿Qué es eso de que el dinero no da la felicidad?
La sabiduría popular disiente: No la da, la compra hecha.

¿Que a qué viene esto? A que, echando cuentas con mis diarios y mi madre... llevo desde el año 2000 sin moverme de Madrid en verano.
¿Me puede decir alguien en qué año comenzó el bombo este de la crisis?
Llevo casi una década quedándome con mi familia de Rodríguez, protegiendo la capital mientras todo el mundo se va a chapotear con las olas.
Porque esa es otra.
Todo el puto mundo tiene su pueblo en un lugar con playa.
Yo no. Yo voy de Guatemala a Guatepeor. De Málaga a Malagón. Me voy a la llanura manchega de Don Quijote una triste semana al año y esas son todas mis vacaciones.

"Pero Madrid tiene mucha oferta cultural o de ocio"

Quien dice eso, debe ser amiguito de Esperanza. Y por consiguiente, debe irse de vacaciones al menos dos semanas. Pero cuando una lleva más de media vida deshidratándose íntegramente en Madrid, esa frase le toca los cojones.
Me siento como la Sirenita, coño. "Quiero salir al exterior"
A la periferia peninsular por lo menos. POR LO MENOS.
O si no, un viaje de tres meses en el Transiberiano. Así por lo menos no me muero de asco sudando

Además, tenemos que incluir el factor inevitabe de que soy gafe.
Cumplo la mayoría de edad en septiembre. Es decir, fin del verano.
Todos mis compañeros de clase hicieron los dieciocho en el curso, por lo que ya tienen el carnet de conducir y pueden apelar a su adultez cuando madre o padre se pongan mohinos. Yo no.
Pero mis amigas y yo, las cuatro únicas gilipollas que cumplen los años en la última mitad del año, quisimos confiar en Renfe (Rogamos Esperen Nuestros Ferrocarriles Estropeados) para irnos un triste fin de semana a algún lugar de España con playa.

No parecía algo muy difícil, playa tenemos a patadas.
Vale que nos pusimos a buscar tras recibir losresultados de Selectividad, pero teníamos esperanzas.
Pero los trenes tardaban un HUEVO y MEDIO en llegar a su destino, los horarios eran una mierda completa porque perdíamos un día entero casi en llegar y los gilipollas de Renfe no madrugan ni a la de tres. Los sitios que parecían baratos, estaban a tomar por saco de la playa. Los sitios baratos cerca de la playa, ya estaban cogidos. Los que estaban al lado de la playa, eran baratos y no estaban cogidos pillaban a tomar por culo de la estación de tren, lo que suponía un extra de tiempo y de dinero que no teníamos.
Eso habría sido ir, mojarnos los tobillos y volver.
Y todo esto lo estábamos investigando sin la autorización de los padres.
Así que después fui a preguntárselo a mi madre de forma subrepticia:

-Mamá, ¿me dejarías, por un casual, irme a la playa con mis amigas?
-No
-Vale

Mi resignación venía dada porque lo había preguntado por preguntar. No tenía ninguna base sólida sobre la que apoyar mi ferviente deseo de alejarme unos cuantos centenares de kilómetros de la capital del reino.
Además, ese "NO" incluía un "cuando tengas los dieciocho harás lo que te salga de los ovarios" y un "hija, si pudiera te dejaba, pero no tenemos tela, money-money, "ninerito", plata, cash"
Así que no insistí.

En resumen: No teníamos sitio, ni tiempo, ni tren decente, ni autorización paterna.
Resultado: A joderse en los Madriles one more time.

¿Y sabéis que hay algo aún peor?
Que sé de gente que se ha marchado a Mayorca, a Cádiz, a A Coruña, a Barcelona y a París.

Y yo me voy a quedar aquí celebrando que soy una preuniversitaria de todavía no se sabe qué.
Y sigo sin tener curro.

Me voy a llorar por mí y por todos los pobres desgraciados que me van a acompañar este verano.